lunes, 1 de abril de 2019

EMILIO DEL CORREILLO/LUISA DE WENCESLAO

EMILIO TENA VANCES/LUISA CABALLERO TENA

Los primeros recuerdos que afloran en mi mente de mi padre se remontan a tiempos ya muy lejanos en los que yo tenía más o menos cinco o seis añitos. Era una persona muy impulsiva y nerviosa dotada de un gran corazón. Yo, a veces, le tenía temor porque si había que quitarse el cinturón para corregir alguna trastada que se pasara de lo normal se lo quitaba con todas sus consecuencias pero a las pocas horas había pasado la tormenta y volvía a ser una persona abierta y bondadosa.

Era muy severo en sus órdenes, Recuerdo que una noche me dijo: “Manolo tienes el pelo muy largo; por la mañana vas a que Ñoño te corte”. Al día siguiente llegó del Molino. Me miró y me dijo: ¿No tendrías que tener el pelo rapado? Se levantó, me cogió de una oreja y, casi en volandas, me llevó hasta la puerta de Ñoño que en aquellos años tenía la barbería en la calle Arriba. Para más inri estábamos en invierno y yo lucía en mis orejillas unos hermosos sabañones.
Cuando allá por los años 1948/49 llegaron a Benquerencia las primeras pesetas rubias de la época de Franco recuerdo que yo esperaba con ilusión su regreso del Molino de la Rana ya que muchas tardes me traía algunas que yo guardaba como si de un verdadero tesoro se trataba.

Tenía la costumbre de bajar casi todos los días a Castuera(pienso que para matar el tiempo ya que salvo en la campaña de la aceituna que estaba ocupado en el Molino de La Rana no tenía otras obligaciones que cumplir). Muchas veces me llevaba con él. Me chocaba mucho cuando algunas mañanas se dirigía a Castuera y el “Servicio de Firi” venía casi completo. Muchos pasajeros benquerencianos se quedaban en tierra y, en cambio él y “El Nano del Condutor” siempre tenían billete. Sin duda el motivo era las frecuentes invitaciones de vino y raciones de costillas rebozadas de cordero que Firi recibía en la Raspa por parte de ellos. ¡¡Qué tiempos aquellos!!

En mi casa eran tiempos de “Vacas gordas” y, la verdad es que yo los recuerdo con mucha felicidad. Cuando bajaba a Castuera llevaba una cesta de mimbre de aquellas de tapa y cierre en las que nos traía chocolate y algunos comestibles que no había en Benquerencia. Esperaba impaciente la llegada de cada jueves ya que era el día en que me traía los cuentos que se iban publicando del Capitán Trueno y posteriormente del El Jabato.

Cuando llegaban las noches de los veranos y después de haberse tomado los correspondientes vinos en los casinos del pueblo se sentaba en la calzada del patio de mi casa y nos entretenía recitándonos poesías y fábulas que se sabía de mememoria:

“Cuentan de un sabio que un día

tan pobre y mísero estaba,

que sólo se sustentaba

de unas hierbas que cogía.

¿Habrá otro, entre sí decía,

más triste y pobre que yo?;

y cuando el rostro volvió

halló la respuesta viendo

que otro sabio iba cogiendo

las hierbas que él arrojó.

Quejoso de mi fortuna

yo en este mundo vivía,

y cuando entre mí decía:

¿habrá otra persona alguna

de suerte más importuna?

Piadoso me has respondido.

Pues, volviendo a mi sentido,

hallo que las penas mías,

para hacerlas tus alegrías,

las hubieras recogido.

(Fragmento de La vida es sueño)


Tambíén nos contaba esta fábula:

Por entre unas matas

seguido de perros

no diré corría,

volaba un conejo.

De su madriguera

salió un compañero y le dijo:

“Tente amigo, ¿qué és esto?

¿”Qué ha de ser, responde;

sin aliento llego…

dos pícaros galgos

me vienen siguiendo”

“Sí, replica el otro

por allí los veo,

pero no son galgos”

“¿Pues qué son, podencos?

¡¡Qué podencos dices!!

¡¡Si, cómo mi abuelo!!

galgos y bien galgos

¡¡bien visto los tengo”!!

Son podencos, vaya,

que no entiendes de eso”

¡¡”Son galgos, te digo”

¡¡”Digo que podencos”!!

En esta disputa

llegando los perros

pillan descuidados

a los dos conejos.

Los que por cuestiones

de poco momento

dejan lo que importa,

llévense este ejemplo.

(Tomás de Iriarte)
La familia al completo: Emilio, Luisa y sus hijos Fe, Luis, Emilio y Manolo
Durante muchos años fue el Juez de Paz del pueblo. Nunca cobró nada e incluso el cargo le costaba dinero porque cuando cerraba algún pleito invitaba a los litigantes con alguna que otra botella  de vino en la taberna de Elías o en el Casino del Niño para celebrar que habían llegado a un acuerdo.

Mi época infantil fue de una felicidad absoluta. Recuerdo las clases particulares que nos daba Alberto en el doblado de la casa de Genaro y la escuela de delante de la Iglesia con mi tío Valeriano que era el maestro del pueblo en aquella época.



Fueron tiempos:



·       de las brasas de la lumbre en las latas de sardinas para combatir el frío de la escuela,



·       de la leche en polvo,


·       del queso americano,

·       de las comedias en el casino de Molinilla,

·       de las películas de cine mudo en la Plaza,

·       del primer televisor que llegó al pueblo y que la Churrera nos cobraba una peseta cuando queríamos ver algún evento,

·       de los rastrillos atronando la calle Corredera después de la procesión del Corpus,

·       de los hortelanos vendiendo sus productos en la puerta de la Aurelia,

·       del Juego de las Prendas de las chicas, del Juego Tonto de los mozalbetes,

·       de las bolas del gua,

·       de los churros de la Micaela,

·       de las chapas,

·       de los cromos que venían en el machao amarillo “Los Polluelos”,

·       de la lotería  cantada por “el Portugués”

·       de los cuentos de Roberto Alcázar y Pedrín, el Capitán Trueno y el Jabato,

·       de “las peleas” delante de la Iglesia entre La Roda y la Calle Abajo.

·       de las sentadas en la “Calzada de Tarrán,

·       de los “partidos de fútbol” en la carretera,

·       de la Cruz de Mayo en Castellán,

·       del Carro del Piyayo,

·       de los buenos ratos en la Polaca y en las Casitas Llanas,

·       de la espera de los carros de San José

·        y de las barcas de Narciso en la Plaza.



El 22 de enero de 1967 quedó marcado en mi subconsciente para toda la vida por los hechos que sucedieron en la vecina pedanía de Puerto Hurraco. Amadeo Cabanillas fue asesinado por Jerónimo Izquierdo a causa de la disputa por una lindes. A la mañana siguiente vinieron a denunciar los hechos y trajeron a mi casa el cuchillo de la agresión. Venía envuelto en un papel de estraza, de los que se utilizaban en aquella época para hacer la matanza, y yo, tocado por la curiosidad, lo desenvolví. Era enorme, y me impresionó que aún conservaba en su hoja restos de sangre. Éste fue el inicio de los terribles acontecimientos que ocurrieron posteriormente.


Al morir mis abuelos Felisa y Manuel “el Correíllo” y en vista de que en Benquerencia no había ningún porvenir los cuatro hijos del matrimonio comenzaron a dispersarse.


Valeriano, que ya hacía tiempo que vivía en Castuera, se trasladó a Cádiz donde fijó su residencia.

Víctor y Juan con sus respectivas familias se marcharon a Castuera y años más tarde se trasladaron a Madrid y Alcobendas respectivamente.

Mi padre, Emilio, fue el único que se quedó unos años más en Benquerencia.


Yo había decidido hacer el bachillerato para posteriormente estudiar Magisterio. Me compraron una bicicleta y cada día, lloviera o hiciera sol, bajaba al viejo Instituto de Castuera que estaba en “Los Cerrillos”.

En aquella época en el pueblo éramos tres los estudiantes que había: Agustín de la Manuela de Juan Puro, Pepe Luis de Pizarro y yo. Posteriormente se incorporaron Tomás de la Cortijeña y Joselín del Chato de Roque.
Una vez terminado el Bachillerato mis padres me mandaron a Madrid donde hice Magisterio en la Escuela Normal Pablo Montesinos.

Tristemente recuerdo el domingo 26 de Agosto de 1990 en el que bastantes cazadores de Benquerencia habíamos ido, en tres o cuatro coches, a cazar tórtolas a la provincia de Córdoba y ya de regreso por la tarde paramos a la salida de Monterrubio para decidir si continuábamos hacia el pueblo por Helechal o por Puerto Hurraco con parada incluida para tomar algo fresco. Por suerte decidimos hacerlo por Helechal ya que si lo hubiésemos hecho por el Puerto nos hubiéramos visto envueltos en aquellos tristes sucesos ya que en el pueblo sólo había un bar con el agravante que nosotros también íbamos armados con las escopetas de caza.
El tiempo fue pasando y a mi familia también le llegó la época de las “vacas flacas”. Había seis bocas que alimentar y los ingresos eran cada vez más escasos. Así que en Noviembre del año 1970 decidimos marchar a Barcelona donde fijamos nuestra residencia.
Años más tarde mis hermanos Luis y Emilio regresaron al pueblo donde vivieron hasta que recibieron la llamada del Señor.
FOTOS FAMILIARES
Foto escolar de finales de los sesenta
En el patio de casa: Mis hermanos Luis y Emilio con el primo Pepín en el centro
Mi hermano Luis y el "Nano de Carnera"
Sixto Ramón, una amiga, Jaime, María Jesús y mi hermano Luis
Sixto Ramón, Manolín de Pancho, Ángel(el Chiri) y mi hermano Emilio
Mi hermano Emilio, Pepe Luis y Porrilla
Mi prima Fe Hidalgo con los primos en Rando
Mi hermana Fe y yo
Mi madre con los cuatro hermanos en la boda de Fe
Luis y Toni Morillo en el pantano
Día de liebres en Benquerencia
Lucio del Pantano con Guillermo, Cristina....
En Villafranca de los Barros(Boda de Pepe Luis)
Rosa y yo 
Rosa, yo, María Luisa y Juan de novios en San José
Mi hermano Luis con Fuentes pescando en el Pantano
Mis hermanos Emilio y Luis en el Cortijo de Salvador
Manolo Tena y yo en el patio de mi casa en Benquerencia
Presentación de mi libro Benquerencia de la Serena
Antonia y mi hermano Emilio con un buen blac.blas
Manolillo y El Chupa haciendo "novio" a Luis
Luis, el abuelo.... y el Tete

Luis con Alejandro de pesca en el Pantano

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