EMILIO TENA VANCES/LUISA CABALLERO TENA
Los primeros recuerdos que afloran en mi mente de mi padre se remontan a tiempos ya muy lejanos en los que yo tenía más o menos cinco o seis añitos. Era una persona muy impulsiva y nerviosa dotada de un gran corazón. Yo, a veces, le tenía temor porque si había que quitarse el cinturón para corregir alguna trastada que se pasara de lo normal se lo quitaba con todas sus consecuencias pero a las pocas horas había pasado la tormenta y volvía a ser una persona abierta y bondadosa.
Era muy severo en sus órdenes, Recuerdo que una noche me dijo: “Manolo tienes el pelo muy largo; por la mañana vas a que Ñoño te corte”. Al día siguiente llegó del Molino. Me miró y me dijo: ¿No tendrías que tener el pelo rapado? Se levantó, me cogió de una oreja y, casi en volandas, me llevó hasta la puerta de Ñoño que en aquellos años tenía la barbería en la calle Arriba. Para más inri estábamos en invierno y yo lucía en mis orejillas unos hermosos sabañones.
Cuando allá por los años 1948/49 llegaron a Benquerencia las primeras pesetas rubias de la época de Franco recuerdo que yo esperaba con ilusión su regreso del Molino de la Rana ya que muchas tardes me traía algunas que yo guardaba como si de un verdadero tesoro se trataba.
Tenía la costumbre de bajar casi todos los días a Castuera(pienso que para matar el tiempo ya que salvo en la campaña de la aceituna que estaba ocupado en el Molino de La Rana no tenía otras obligaciones que cumplir). Muchas veces me llevaba con él. Me chocaba mucho cuando algunas mañanas se dirigía a Castuera y el “Servicio de Firi” venía casi completo. Muchos pasajeros benquerencianos se quedaban en tierra y, en cambio él y “El Nano del Condutor” siempre tenían billete. Sin duda el motivo era las frecuentes invitaciones de vino y raciones de costillas rebozadas de cordero que Firi recibía en la Raspa por parte de ellos. ¡¡Qué tiempos aquellos!!
En mi casa eran tiempos de “Vacas gordas” y, la verdad es que yo los recuerdo con mucha felicidad. Cuando bajaba a Castuera llevaba una cesta de mimbre de aquellas de tapa y cierre en las que nos traía chocolate y algunos comestibles que no había en Benquerencia. Esperaba impaciente la llegada de cada jueves ya que era el día en que me traía los cuentos que se iban publicando del Capitán Trueno y posteriormente del El Jabato.
Cuando llegaban las noches de los veranos y después de haberse tomado los correspondientes vinos en los casinos del pueblo se sentaba en la calzada del patio de mi casa y nos entretenía recitándonos poesías y fábulas que se sabía de mememoria:
“Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más triste y pobre que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tus alegrías,
las hubieras recogido.
(Fragmento de La vida es sueño)
Tambíén nos contaba esta fábula:
Por entre unas matas
seguido de perros
no diré corría,
volaba un conejo.
De su madriguera
salió un compañero y le dijo:
“Tente amigo, ¿qué és esto?
¿”Qué ha de ser, responde;
sin aliento llego…
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo”
“Sí, replica el otro
por allí los veo,
pero no son galgos”
“¿Pues qué son, podencos?
¡¡Qué podencos dices!!
¡¡Si, cómo mi abuelo!!
galgos y bien galgos
¡¡bien visto los tengo”!!
Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso”
¡¡”Son galgos, te digo”
¡¡”Digo que podencos”!!
En esta disputa
llegando los perros
pillan descuidados
a los dos conejos.
Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.
(Tomás de Iriarte)
Durante muchos años fue el Juez de Paz del pueblo. Nunca cobró nada e incluso el cargo le costaba dinero porque cuando cerraba algún pleito invitaba a los litigantes con alguna que otra
botella de vino en la taberna de Elías o en el Casino del Niño para celebrar que habían llegado a un acuerdo.
Mi época infantil fue de una felicidad absoluta. Recuerdo las clases
particulares que nos daba Alberto en el doblado de la casa de Genaro y la
escuela de delante de la Iglesia con mi tío Valeriano que era el maestro del
pueblo en aquella época.
Fueron tiempos:
· de las brasas de la
lumbre en las latas de sardinas para combatir el frío de la escuela,
· de la leche en polvo,
· del queso americano,
· de las comedias en el
casino de Molinilla,
· de las películas de
cine mudo en la Plaza,
· del primer televisor
que llegó al pueblo y que la Churrera nos cobraba una peseta cuando queríamos
ver algún evento,
· de los rastrillos
atronando la calle Corredera después de la procesión del Corpus,
· de los hortelanos
vendiendo sus productos en la puerta de la Aurelia,
· del Juego de las
Prendas de las chicas, del Juego Tonto de los mozalbetes,
· de las bolas del gua,
· de los churros de la
Micaela,
· de las chapas,
· de los cromos que
venían en el machao amarillo “Los Polluelos”,
· de la lotería cantada por “el Portugués”
· de los cuentos de
Roberto Alcázar y Pedrín, el Capitán Trueno y el Jabato,
· de “las peleas”
delante de la Iglesia entre La Roda y la Calle Abajo.
· de las sentadas en la
“Calzada de Tarrán,
· de los “partidos de
fútbol” en la carretera,
· de la Cruz de Mayo en
Castellán,
· del Carro del Piyayo,
· de los buenos ratos en
la Polaca y en las Casitas Llanas,
· de la espera de los
carros de San José
· y de las barcas de Narciso en la Plaza.
El 22 de enero de 1967 quedó marcado en mi subconsciente para toda la vida
por los hechos que sucedieron en la vecina pedanía de Puerto Hurraco. Amadeo
Cabanillas fue asesinado por Jerónimo Izquierdo a causa de la disputa por una
lindes. A la mañana siguiente vinieron a denunciar los hechos y trajeron a mi
casa el cuchillo de la agresión. Venía envuelto en un papel de estraza, de los
que se utilizaban en aquella época para hacer la matanza, y yo, tocado por la
curiosidad, lo desenvolví. Era enorme, y me impresionó que aún conservaba en su
hoja restos de sangre. Éste fue el inicio de los terribles acontecimientos que
ocurrieron posteriormente.
Al morir mis abuelos Felisa y Manuel “el Correíllo” y en vista de que en
Benquerencia no había ningún porvenir los cuatro hijos del matrimonio
comenzaron a dispersarse.
Valeriano, que ya hacía tiempo que vivía en Castuera, se trasladó a Cádiz
donde fijó su residencia.
Víctor y Juan con sus respectivas familias se marcharon a Castuera y años
más tarde se trasladaron a Madrid y Alcobendas respectivamente.
Mi padre, Emilio, fue el único que se quedó unos años más en Benquerencia.
Yo había decidido hacer el bachillerato para posteriormente estudiar
Magisterio. Me compraron una bicicleta y cada día, lloviera o hiciera sol,
bajaba al viejo Instituto de Castuera que estaba en “Los Cerrillos”.
En aquella época en el pueblo éramos tres los estudiantes que había:
Agustín de la Manuela de Juan Puro, Pepe Luis de Pizarro y yo. Posteriormente
se incorporaron Tomás de la Cortijeña y Joselín del Chato de Roque.
Una vez terminado el Bachillerato mis padres me mandaron a Madrid donde
hice Magisterio en la Escuela Normal Pablo Montesinos.
Tristemente recuerdo el domingo 26 de Agosto de 1990 en el que bastantes
cazadores de Benquerencia habíamos ido, en tres o cuatro coches, a cazar
tórtolas a la provincia de Córdoba y ya de regreso por la tarde paramos a la
salida de Monterrubio para decidir si continuábamos hacia el pueblo por
Helechal o por Puerto Hurraco con parada incluida para tomar algo fresco. Por
suerte decidimos hacerlo por Helechal ya que si lo hubiésemos hecho por el
Puerto nos hubiéramos visto envueltos en aquellos tristes sucesos ya que en el
pueblo sólo había un bar con el agravante que nosotros también íbamos armados
con las escopetas de caza.
El tiempo fue pasando y a mi familia también le llegó la época de las
“vacas flacas”. Había seis bocas que alimentar y los ingresos eran cada vez más
escasos. Así que en Noviembre del año 1970 decidimos marchar a Barcelona donde
fijamos nuestra residencia.
Años más tarde mis hermanos Luis y Emilio regresaron al pueblo donde
vivieron hasta que recibieron la llamada del Señor.
FOTOS FAMILIARES
Foto escolar de finales de los sesenta
En el patio de casa: Mis hermanos Luis y Emilio con el primo Pepín en el centro
Mi hermano Luis y el "Nano de Carnera"
Sixto Ramón, una amiga, Jaime, María Jesús y mi hermano Luis
Sixto Ramón, Manolín de Pancho, Ángel(el Chiri) y mi hermano Emilio
Mi hermano Emilio, Pepe Luis y Porrilla
Mi prima Fe Hidalgo con los primos en Rando
Mi hermana Fe y yo
Mi madre con los cuatro hermanos en la boda de Fe
Luis y Toni Morillo en el pantano
Día de liebres en Benquerencia
Lucio del Pantano con Guillermo, Cristina....
Rosa, yo, María Luisa y Juan de novios en San José
Mi hermano Luis con Fuentes pescando en el Pantano
Mis hermanos Emilio y Luis en el Cortijo de Salvador
Manolo Tena y yo en el patio de mi casa en Benquerencia
Presentación de mi libro Benquerencia de la Serena
Antonia y mi hermano Emilio con un buen blac.blas
Manolillo y El Chupa haciendo "novio" a Luis
Luis, el abuelo.... y el Tete
Luis con Alejandro de pesca en el Pantano
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