Corrían los primeros años de la década de
los 40 y los benquerencianos, como la mayor parte de los españoles estaban
intentando resarcirse de las heridas de la recién acabada guerra.
Eran los años del hambre, del estraperlo,
de la escasez de los productos más necesarios, del racionamiento, de las
enfermedades, de los cortes en el suministro de energía, del hundimiento de los
salarios, del empeoramiento de las condiciones laborales, del frío y de los
sabañones.
La tierra benquerenciana, que siempre ha
sido muy generosa, ofrecía desinteresadamente a los lugareños numerosos
productos con los que poder dar alguna que otra alegría al cuerpo. Cocinas,
collejas, cardillos, moras, espárragos, acederas, berros, higos, brevas,
castañas y bellotas tuvieron gran importancia para la alimentación de numerosos
habitantes de Benquerencia en aquellos penosos años.
Los jornales estaban por los suelos. Baste
recordar que por aquellas fechas un litro de aceite de oliva valía en La Rana o
en el Molino del Pajarero cerca de 7 pesetas y el salario mínimo (cuando se
aplicaba) era de 5,95 pesetas diarias.
En muchas casas benquerencianas el puchero
era lo primero que se ponía en la lumbre nada más encenderla. De él salían
prácticamente las tres comidas diarias: Cocido de garbanzos al medio día, sopa
de garbanzos por la noche y un poco de tocino(cuando lo había) para las
tostadas del desayuno del día siguiente.
Las casas que podían tener una cabra eran
afortunadas ya que su leche era muy apreciada en aquellos tiempos.
Los inviernos eran fechas de numerosos
resfriados ya que muchos niños caminaban sin zapatos y otros iban con
alpargatas o con sandalias de goma, sin calcetines y con los dedos de los pies
al aire.
Este era el panorama que había en
Benquerencia cuando Pedro Sánchez Hidalgo y Ángela Ramos Merino decidieron
unirse en matrimonio y dar inicio a la que posteriormente sería conocida en el
pueblo como la "Familia Cobertones"
Pedro era un hombre muy fuerte y bien
dotado para los trabajos del campo. Pronto cogió fama como gran segador y el
trabajo no le faltaba.
Vivían en la Roda y sus vecinos eran
Basilio(el carnicero), la Vaquera, Julio el Segador y la María de Moroto.
Como era natural los retoños fueron
llegando: Primero nació María, luego Manuel(Sánchez), le siguió Luisa y, por
último, el más pequeño que fue Severino.
María: ¿Qué recuerdos tienes de tus
primeros años de infancia?
Recuerdo que íbamos a la escuela y yo
pasaba mucho tiempo en la casa de la Engracia de Roque y Antonio de la tía
Fernanda. Fue una etapa infantil muy bonita ya que éramos muy felices con las
poquitas cosas que teníamos.
Mi padre era hermano de leche de Víctor
del Correíllo, que fue durante bastantes años alcalde de Benquerencia. Se
llevaba muy bien tanto con él como con sus hermanos Juan y Emilio.
"Yo cuando salía de la escuela
ayudaba, en lo que podía la familia del Correíllo que vivía al lado de la
Iglesia. La Felisa me trataba como si fuera una hija". Recuerdo que un día
me dijo: "Mira María detrás de la puerta, en la gradas del doblao hay
morcillas, chorizo, aceite y un poco más arriba trigo. Puedes coger lo que
quieras si tu familia lo necesita". "Esas palabras no se me olvidarán
en la vida"- dice María.
"Cuando llegaba la molienda mi padre
trabajaba en el Molino de la Rana. Yo, con diez o doce añitos iba casi todos
los días a llevarle la comida en una fiambrera. Los molineros me preparaban una
tostada en la lumbre de orujo, la tiraban al depósito del aceite para que se
empapara y la sacaban rápidamente para que me la comiera. ¡¡Qué cosa más
rica!!- cuenta Luisa.
Al lado de mi casa estaba "la carnicería" de Carmen y Basilio
donde, cuando se podía , comprábamos el cuarto o el cuarto y mitad de carne
para hacer las delicias del “puchero”.
Recuerdo que a veces me encontraba con la Tomasa y le preguntaba: ¿Dónde
vas Tomasa?
“ A por la peseta de azúcar y a por la peseta de café de “ancá” el
Campanero”-recuerda María.
En aquellos tiempos nuestra familia estaba muy vinculada a la del
Correíllo y a mucho orgullo ya que nos trataban como si fuéramos de la de
ellos. D. Manuel, la Felisa, Víctor, Juan y, no digo tu padre Emilio, nos
trataban como hijos.
De aquella época yo destacaría la armonía que había entre todos. No había
maldad y si alguien necesitaba algún tipo de ayuda se le ofrecía con agrado
según las posibilidades de cada uno.
A nivel familiar éramos felices con lo que había. Si mi madre hacía migas
se colocaba la sartén en el centro y nos íbamos pasando la cuchara de uno en
uno ¡¡Qué tiempos tan bonitos!!
Más adelante comenzaron a llegar los años más difíciles ya que los cuatro
hermanos íbamos creciendo y las posibilidades de progreso que nos podía ofrecer
Benquerencia eran escasas. Así que como muchas familias del pueblo tomamos la
decisión de emigrar para buscar un porvenir estable.
Mi padre y mi hermano Manolo se marcharon a Bilbao donde estuvieron
trabajando un tiempo hasta que decidieron trasladarse a Getafe ya que les había
salido la oportunidad de trabajar en una de las mejores empresas que allí
había: Uralita.
El cambio fue un acierto ya que se inició una bonita etapa de prosperidad
y de trabajo que nunca nos faltó.
Nunca olvidamos nuestras raíces benquerencianas y todos los años
regresábamos por vacaciones a nuestro querido pueblo para pasar unos días-dice
María.
María se casó con…. y tuvo dos hijos Francisquito y María del Pilar.
Luisa también tuvo dos hijas: Marisa y Raquel.
Sánchez se casó con Carmen y tuvo dos hijas: Mari Carmen y Esther.
Severino se casó con Carmen y también tuvieron dos hijos César y Raúl.
María ¿Tú cogiste la Cafetería San José?. Pues sí. Cuando se jubiló la
Churrera me ofreció el local y como nos pusimos de acuerdo en el precio se lo
compré. Estos últimos años se lo tengo alquilado a Magdalena. Creo que está
próxima su jubilación así que veremos quien lo regenta en el futuro.
¿Dónde resides normalmente?
Yo tengo mi casa en Fuenlabrada. Además allí en la Calle Santander 2
tenemos un Bar/Restaurante que regenta mi hijo Paco.
Cada año procuro alternar mi estancia entre Fuenlabrada y Benquerencia. En
los dos sitios me encuentro muy bien.
Luisa: ¿Qué es lo que más te gusta de Benquerencia?
Mi casa de la sierra. No hay en todo el pueblo ninguna como ella.
¿Hay mucha diferencia entre cómo se vivía antes y como se vive ahora?
Ya lo creo. Ahora apenas hay gente. Antes recuerdo que por las noches
salíamos a la puerta de la calle con nuestras sillas y nos estábamos hablando y
contando historias y chascarrillos hasta que bien entraba la madrugada. Ahora
el pueblo me da mucha pena con tantas casas vacías. Si no se toman medidas,
cosa que pienso que no será fácil, “dentro de 50 años todos calvos”.